Misiones

Abriendo camino

Don Orione experimentó el anhelo misionero desde los comienzos de su apostolado. Hizo de él la esencia de su programa y encomendó a sus hijos proseguir con este compromiso.

Ėl mismo fue misionero en América, y a su muerte, tanto los religiosos como las religiosas continuaron abriendo nuevas formas de presencia en distintos países de Europa, América, Africa y Asia.

Junto a esta forma de misión que la Iglesia denomina “ad gentes”, que implica fundamentalmente el hecho de “salir” de las propias fronteras, existen otras formas de misión que realizan las distintas comunidades orionitas.

En primer lugar, la apertura misionera que se da a partir de las mismas obras de la familia orionita, que dan nuevas respuestas a las necesidades de los hermanos.

También, las misiones populares, y visitas casa por casa, organizadas por las comunidades parroquiales dentro de sus radios de influencia. A éstas, se suman, las numerosas experiencias realizadas por grupos misioneros de parroquias, capillas y colegios de Don Orione, en distintas regiones del país.

Por último, el indispensable apoyo a los misioneros que están fuera del país a través de la oración y de la ayuda material. Así, la Obra Don Orione en Argentina, que se fue constituyendo a partir de la presencia de misioneros, ya cuenta con numerosos religiosos -varones y mujeres- argentinos brindando un servicio de misión en distintos países del mundo.

Un poco de historia

Don Orione oyó hablar de un lejano país llamado Argentina, durante sus tres años salesianos [1886-1888], que coinciden con los primeros años de las misiones salesianas en la Patagonia, comenzadas poco antes de 1880; y que por eso eran tema de conversación y de entusiasmos misioneros en las prédicas y “buenas noches” del propio Don Bosco y de sus inmediatos colaboradores . De ahí la metáfora usada por San Pío X, al encomendarle a Don Orione la atención pastoral de la “Patagonia romana”, “fuori porta San Giovanni”, es decir apenas fuera de las murallas que rodean la Roma antigua y medieval.

El 22 de setiembre de 1921, a un mes de llegado al Brasil y respondiendo una carta llegada desde la nunciatura de Bs As., le escribe al auditor, Mons. Maurilio Silvani, viejo conocido suyo de Italia: “En cuanto a ir a la Argentina, ¡claro que si! Claro que iría con mucho gusto, ya que me encuentro en América (…) Si en la Argentina se pudiera hacer pie en Buenos Aires, es decir en la desembocadura y en el corazón mismo de esa nación, me gustaría mucho; y eso respondería también a mi táctica en el Señor: es decir, plantarnos en las desembocaduras y en los centros, como también hicimos en Roma con la Iglesia de Santa Ana; luego, poco a poco nos iremos abriendo camino, con la ayuda de la Ssma. Virgen”

Y casi un mes después, y sin haber pisado todavía suelo argentino, manifestará así sus planes, sus aspiraciones, sus proyectos para América latina: “Será necesario que la Congregación haga los máximos esfuerzos, y se implante bien, aquí in Brasil y en la Argentina; yo no pienso moverme de aquí, si antes no echo al menos los cimientos, (…) y las columnas principales que la Divina Providencia quiere que se levanten en estas tierras, para salvación de esta pobre juventud, y para el bien de la Iglesia”.

¿Quiere esto decir que todo lo tenía “fríamente” calculado? No del todo, más bien pareciera que se fue encontrando con circunstancias “providenciales” que le iban como mostrando el camino a seguir.

por Enzo Giustozzi (1940-2004)

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