El 29 de agosto de 2000 no fue
un día más para la
familia de Don Orione de Argentina.
Desde hacía más de 10
años todas las comunidades orioninas presentes en nuestro país deseaban poder
reencontrarse con el amado
corazón del Padre Fundador. Y por fin iban a concretar su sueño.
Un cielo profundamente azul y un sol que
entibió desde temprano esa mañana de invierno fueron testigos de cómo cientos
de personas comenzaban los preparativos para recibir en el Pequeño Cottolengo
de Claypole el relicario que venía desde Roma.
¡El gran día había llegado! La ansiedad y la
emoción se palpaban en el ambiente. Todos querían ayudar para que el
recibimiento del corazón
de Don Orione fuera una celebración inolvidable.
Un día de fiesta y
celebración
Ese 29 de agosto los primeros peregrinos
comenzaron a llegar al Pequeño Cottolengo de Claypole desde muy temprano.
Jóvenes, familias y religiosos de todas las casas que la Obra Don Orione
tiene en Argentina se mezclaban con los rostros felices y sonrientes de los
asistidos del cottolengo, que se encargaban de dar una bienvenida tan informal
como llena de afecto. “Hola”, “Adelante”, “Pasen, ¿cómo están?” eran las
primeras palabras que junto a sonrisas y abrazos recibían los peregrinos.
Mientras tanto, en el Aeropuerto Internacional
de Ezeiza, en medio de una gran expectativa, llegaba el corazón de Don Orione.
La reliquia fue traída desde Italia por el segundo contingente de jóvenes
orioninos que regresaban luego de haber participado de la Jornada Mundial de
la Juventud. En
representación, tres jóvenes de las comunidades de Claypole, Victoria y Villa
Dominico llevaron el relicario hasta la Sala VIP del aeropuerto donde lo recibieron el
padre Adolfo Uriona y la madre Elisa Armendáriz, superiores provinciales
de los Hijos de la
Divina Providencia y las Pequeñas Hermanas Misioneras de la
Caridad, respectivamente.
Apenas el corazón de Don Orione entró a la
sala produjo un fuerte impacto entre todos los presentes, incluidos los
periodistas que se habían acercado para cubrir en detalle ese momento.
Silencio, mucha calma y una inmensa paz espiritual llenaron el lugar. Se sentía
la presencia de Don Orione.
“Vivo o muerto volveré”
El cielo era azul como el manto de la Virgen María, como si
que aquel sueño del pequeño Luis Orione donde nuestra Madre Celestial cobijaba a
todos sus hijos, se hiciera realidad en ese momento. La gente que había llegado
desde Tucumán, Córdoba, Mendoza, Santa Fe, Corrientes, Chaco, Mar del Plata,
Capital Federal, las casas del Gran Buenos Aires y los países hermanos de
Chile, Uruguay y Paraguay, compartía entre risas y abrazos el infaltable mate.
Durante la mañana los peregrinos pudieron
visitar la Expo-Orione, donde las comunidades mostraron su trabajo en los
cottolengos y hogares, las parroquias y oratorios y los colegios. Entre las
personas que recorrían la Expo estaba la hermana María Argentina,
que fue la primera novicia que nuestro padre fundador recibió en Claypole. Su
nombre no es casualidad, porque fue el mismo Don Orione quien así la
llamó “por el gran amor que tenía a nuestro país”, comentó la religiosa.
Los cantos del Equipo de Animación, las bombas
de estruendo que no dejaban de estallar y los aplausos de todos los presentes
en la entrada del Pequeño Cottolengo de Claypole, anunciaron a la 1 de la tarde
que estaba llegando el relicario con el corazón de Don Orione.
Desde los altoparlantes estalla el “Viva Don Orione”. Había
llegado el momento tan esperado. Se alzaron pañuelos y gorros. ¡Don Orione estaba
allí!
Una multitud acompañó el recorrido del relicario
desde la entrada principal del Cottolengo. A ambos lados del camino las manos
se extendían en un saludo, los labios rezaban una oración, los ojos dejaban
caer alguna lágrima... La emoción era tan grande como la alegría.
A paso lento, una larga columna de peregrinos
acompañó los primeros metros que el corazón de Don Orione recorría
por las calles de su amado Cottolengo de Claypole. En su camino, el relicario
se detuvo frente a cada uno de los hogares, donde los internos asistidos
saludaban desde sus sillas de ruedas, reunidos en grupo, abrazados, con sus
caras manifestando una inmensa felicidad. ¡Allí estaban los hijos preferidos de
Don Orione,
reunidos frente a quien tanto los amó y los ama!
Los animadores invitaron a rezarle a la Madre
tan querida por Don Orione. Y al final, miles de voces repitieron hasta el
cielo: “¡Ave María, y
adelante!”.
Misa junto al corazón
El relicario con el corazón llegó en
peregrinación hasta el altar levantado especialmente para la misa de bienvenida
en el polideportivo San Ignacio. Una multitud calculada en 10.000 personas
recibió con sus cantos de entusiasmo a los concelebrantes, presididos por Mons.
Desiderio Collino, obispo de Lomas de Zamora, (diócesis a la que pertenece el
Cottolengo de Claypole), quien estuvo acompañado por Mons. Miguel Mykycej
(orionita, obispo auxiliar de la Eparquía Ucraniana en Argentina).
La liturgia de la palabra fue una muestra del
significado que esta llegada definitiva del corazón tiene para la familia
orionina de Argentina. La hermana sacramentina María Fe (ciega) leyó desde el
alfabeto Braille el Libro de Isaías (61): “El espíritu del Señor está sobre mí,
porque el Señor me ha ungido. El me envió a llevar la buena noticia a los
pobres, a vendar los corazones heridos, a proclamar la liberación a los
cautivos y la libertad a los prisioneros, a proclamar un año de gracia del
Señor...”. La lectura del Evangelio (Mateo 25) recordó el compromiso permanente
con el hermano que sufre, como actitud de vida: “Vengan, benditos de mi Padre,
y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde un comienzo del
mundo, porque tuve hambre y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron
de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me
visitaron, preso, y me vinieron a ver...”.
En su homilía, Mons. Collino destacó que en un
siglo lleno de contrastes subsiste hambre de Dios y que “la respuesta de Dios a
todas esas contradicciones ha sido la santidad y entre los grandes santos del
siglo veinte sobresale, sin duda, Don Orione”. “Hoy el corazón viene a ayudarnos
a vivir el amor”, continuó monseñor Collino. Y recordó que “fue la caridad de Cristo la
que conquistó el corazón de
Don Orione al
punto de hacerle decir plenamente convencido que sólo la caridad salvará al
mundo”.
Luego de las intenciones, en las que se pidió
la intercesión de Don
Orione por una sociedad más justa, comprometida y solidaria,
fue el momento de compartir como hermanos el Pan de la Vida.
Sobre el final de la celebración, el padre
Adolfo Uriona, Superior Provincial, recordó las palabras de Don Orione
que fueron el lema de esta venida: “Mientras subía las escalinatas del barco
que lo llevaba de nuevo a Italia, dijo vivo o muerto volveré. Hoy se cumplió un
milagro, porque volvió de las dos maneras: en la reliquia de su corazón muerto
materialmente, pero más vivo que nunca en sus religiosos y laicos, y
especialmente en los jóvenes y en los pobres del cottolengo”. También tuvo un
mensaje especial para los jóvenes, a quienes invitó a tener “un corazón generoso
que quiera seguir a Cristo
a través del servicio a los más pobres: no tengan miedo de ser los santos del
nuevo milenio”. Y señalando con su mano el relicario ubicado en el altar, el P. Uriona concluyó: “Don Orione está
presente. Hagámoslo vivo en todas nuestras comunidades”.