El padre Zanocchi: 100 años de una piedra angular

El padre Zanocchi

 

Por Adriana Rodilla

(16/02/2022) El 11 de febrero recordamos la toma de posesión por Don Orione y su congregación religiosa de la capilla de Victoria. Así, hace un siglo, los Hijos de la Divina Providencia iniciaban sus obras en nuestro país. Entre los religiosos que formaron parte de aquel hito fundacional se encontraba el P. José Zanocchi, un misionero orionita recién llegado a Argentina que se convirtió en la piedra angular de la Obra Don Orione en Victoria y en el camino orionita en esta parte del mundo.

Recuerdo que cuando era chica, al entrar a nuestra querida Parroquia de Victoria, era común que nos cuenten como Don Orione se encontró con la imagen de Nuestra Señora de la Guardia, la misma que él veneraba en Italia, y que eso le bastó para decidir quedarse y establecer su Congregación en nuestro país, siendo entonces nosotros su primera casa en la Argentina y que desde aquí se desparramaría su obra hacia otros lugares de América…

Pasábamos de largo el atrio, sólo prestábamos atención al agua bendita de la entrada para hacernos la señal de la cruz, y corríamos a encontrarnos con esa hermosa imagen de María con el niño y a sus pies Pareto adorándola…

Cuando comencé a leer, y con la linda manía de descubrir las palabras, leí allí mismo en ese atrio con letras grandes de imprenta… SACERDOTE JOSE ZANOCCHI F.D.P. le pregunté a mi mamá qué era ese nombre… ella simplemente me dijo: fue un gran amigo de Don Orione y muy importante para nuestra comunidad, por eso sus restos descansan aquí, todos nosotros tendríamos que tomarlo como ejemplo…

Para la simplicidad de un niño eso fue suficiente, pero ya de más grande me preguntaba ¿tomarlo de ejemplo? ¿por qué?… y fue entonces que me prestaron un libro de sus “datos biográficos” escrito por el padre José Dutto; allí encontré la respuesta, que se las comparto:

José Zanocchi nació en un pueblito llamado Cegni, en el alto valle Staffora, a 35 km. de Voghera, en Italia, el 28 de octubre de 1873; su familia era muy creyente y devota, por lo cual creció en un ambiente profundamente cristiano, dedicado a las tareas del campo y al arte de la carpintería que aprendió de su papá y a la cual le dedicaba su tiempo en los momentos libres. Era también el más valioso ayudante del párroco de su pueblo, siendo campanero, sacristán y el cantor principal en las funciones parroquiales. En 1899, cuando Zanocchi tenía 25 años, tuvo lugar su encuentro con Don Orione, quien fue a Cegni invitado a predicar en las Sagradas Cuarenta Horas. Don Zanocchi quedó impactado por las prédicas de Don Orione, pero también Don Orione vio en él algo especial como para invitarlo a sumarse a su congregación… en las palabras del padre Dutto esta situación la cuenta así:
…Pero ocurrió que el joven Zanocchi (quien tal vez se había confesado con él) gustó a Don Orione mucho más de lo que sus prédicas habían gustado a los parroquianos. El hecho es que Don Orione, sostenido por el párroco, le tendió el anzuelo y lo invitó a dejarse freír, ¡también él en la sartén de la Divina Providencia!… El 10 de octubre de ese año, José Zanocchi entraba a Tortona, en la Casa de Don Orione, en el Colegio Santa Clara, ¡para hacerse uno de los suyos!

Tuvo un cambio de vida contundente, de la calma y serenidad de su casa, de sus campos, de sus montes, pasó al gran lío de un colegio en vía de organización, con numerosos y bulliciosos alumnos y poco personal. Don Orione que apreciaba su serenidad y responsabilidad lo designó como portero de la Casa…

Era el portero, el encargado de la limpieza y ocasionalmente también el benévolo y prudente asistente de los muchachos. Era un poco el hermano mayor de la casa y Don Orione el padre de ellos…

Me emociona descubrir que fue él, como portero, quién “abrió la puerta a San José” en el conocido relato por él mismo contado : llegó a la Casa un señor de unos treinta años y le dijo que quería ver a Don Orione, “Don Orione me conoce”, le dijo; Zanocchi no sabía qué hacer porque Don Orione había pedido expresamente no ser molestado, igual sale a buscarlo y luego providencialmente encuentra que Don Orione baja muy contento, con el billete de 1000 liras que tanto necesitaba y por lo cual le había rezado tanto a San José. A quien Zanocchi había hecho pasar, había desaparecido, nadie lo había visto salir… Se dedujo entonces con fundamento que aquel señor fuese San José en persona.

También fue el testigo directo del momento en que se presenta una señora de Voghera que buscaba a Don Orione con mucha insistencia, transgrediendo su indicación de esperarlo que baje, lo sigue cuando él sube a anunciarla y encara a Don Orione protestando indignada porque el portero no la dejaba subir y ella necesitaba un lugar especial, ya que traía entre sus ropas un dinero que quería entregarle. Eran justo 25000 liras, suma que Don Orione adeudaba al Banco Popular de Tortona de un préstamo solicitado, este hecho sucedió justo el día en el que vencía el plazo de pago con el banco, y según cuenta el mismo Don Orione luego: “Esa buena mujer vestida de negro, que venía de Voghera, justamente ese lunes a la mañana, había tomado el tren hacia Turín para entregar a los Salesianos, la suma de 25000 liras… apenas salió el tren, la pareció oír una voz que decía: < Lleva el dinero a Tortona, a Don Orione, que tiene extrema necesidad>” … ¡y no solo pagó la deuda sino también el importe de la mora por no pagar a tiempo…!

Don Zanocchi era también aquel que estaba pendiente del inquieto Don Orione, al que cuidaba mucho, más de una noche lo encontraba reclinado en el altar mayor, a los pies de la Virgen, donde se había quedado dormido rezando y con absoluta ternura de hijo lo arropaba con una manta de lana y volvía a dormir.

No fue todo fácil y sencillo, tuvo momentos de duda y desaliento, pero el espíritu y el clima orionita lo ayudaron a salvar las distintas situaciones.

 

El padre Zanocchi

 

Perteneció al primer grupo de vocaciones orioninas a cargo de Don Sterpi, con quien estuvo en San Remo, allí comenzó su formación sacerdotal. Su formación fue exigente, profunda, estudiaban de día y de noche, según cuenta Dutto. “Puede decirse que no se daban un minuto de descanso entre el trabajo y el estudio, el rezo y la asistencia… se preparaban a combatir, combatiendo… al sacrificio, ¡sacrificándose…!

Fueron ordenados rápidamente, no solo por la necesidad de sacerdotes que afligía a Don Orione sino porque eran personas dignas, suficientemente preparadas y con la edad conveniente… Zanocchi tenía 31 años.

A partir de allí la entrega de Zanocchi fue total, pasó a desarrollar múltiples actividades, fue un sacerdote siempre a disposición de Don Orione y Don Sterpi, fiel y prudente, en la Casa Madre de Tortona su presencia era muy importante, fue Coadjutor del Párroco de San Miguel, también el asistente o el director del postulantado de vía Mirabello, el director espiritual de la naciente Congregación de las “Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad”, siempre que surgía un inconveniente o necesidad Don Orione disponía de la ayuda de Zanocchi, así colaboró con la Parroquia de San Roque en Alejandría, con la dirección del noviciado de Bra, pero es recordado especialmente en Tortona como capellán de las cárceles y del hospital, tenía un trato cercano, comprensivo, cordial con todos los presos, en especial con los más rebeldes y un acompañamiento sin reservas en la asistencia a los enfermos, en particular con los moribundos logrando prepararlos a recibir los últimos Sacramentos y morir en paz, acompañando a la familia también como un amigo. Era muy respetado y admirado por todos.

En agosto de 1921 Don Orione finalmente pudo viajar a Brasil, después de mucho tiempo de desearlo, ya que quería visitar a sus sacerdotes que estaban trabajando allí desde 1913, es también en agosto que fallece el padre de José Zanocchi, siendo este hecho el que le permite a Don Zanocchi ofrecerse como misionero también, envía una carta a Don Orione y este le responde el 31 de octubre. “Me has pedido si ahora que murió tu padre, podrías venir también tú como misionero. Sí, caro Don Zanocchi, es una verdadera inspiración de Dios la tuya: te tomo la palabra…

Don Orione escribe entonces a Don Sterpi y le ordena que prepare la partida de los primeros misioneros con destino a la Argentina que serán: Don José Zanocchi (Superior), Don José Montagna, Don Enrique Contardi y el clérigo Francisco Castagnetti.

Todos en Tortona reconocían a Don Zanocchi como un sacerdote excepcional, el obispo, el clero, los laicos, todos reclamaban por su partida, Don Sterpi intento por muchos argumentos tratar de disuadir a Don Orione de su decisión, era tanto el aprecio y estima por este sacerdote que lo consideraba casi necesario en todas las funciones que desarrollaba, en vano luchó por retenerlo en Italia.

Partieron desde Génova con destino a Buenos Aires el 15 de enero de 1922, en el vapor Valdivia. Don Orione que los esperaba en Río de Janeiro, se embarcó con ellos para Buenos Aires.

Llegaron el 6 de febrero de 1922 y fueron recibidos por Monseñor Maurilio Silvani, quien había invitado a Don Orione y los suyos a trabajar en nuestro país. También él consiguió que fuesen alojados entre los Padres Lazaristas del gran Santuario Mariano Nacional de Nuestra Señora de Luján, Don Orione se sentía muy feliz porque sus hijos, los primeros que llegaban a la Argentina, fueran en cierto modo huéspedes de la Santísima Virgen, allí permanecieron más de un mes y esto les sirvió para amoldarse al ambiente de vida y estudiar un poco mejor la lengua española.

Mas Don Zanocchi permanecería allí sólo una semana ya que el 11 de febrero, acompañado de Don Orione, iba a tomar posesión de la Casa de Victoria, la primera Casa de Don Orione en la América española.

Cuando Don Orione define nuestra casa de entonces le dice a Don Zanocchi: “Victoria tendrá unas 400 almas y los domingos concurren a Misa entre 50 y 60 personas. Una de las razones por las que preferí Victoria a otros lugares bajo varios aspectos mucho mejores, fue precisamente porque éste se me describió como un pueblo completamente abandonado. La población está formada en su mayor parte por ferroviarios, gente que no es estable, que generalmente está inscripta en el registro de los partidos más avanzados; algunos padres arrancaron de las manos de sus hijos las medallas donadas por nosotros… hasta hoy no tengo dinero, pero la Virgen Santísima lo mandará, porque eso también es necesario y Ella lo proveerá. Dios no nos abandonará, si somos suyos y si vivimos humildes y pobres

Con esta realidad se encontró nuestro querido Don Zanocchi, esta fue la base de nuestra Congregación en la Argentina, de la que él se aprestaba a ser Superior, tenía entonces 48 años de edad. Celebró junto a Don Orione la Pascua de ese año, el 16 de abril de 1922, a pesar del ambiente lejano a Jesús, Don Orione logró dar a la celebración Pascual un entusiasmo jamás visto en Victoria y esto sacudió el ambiente, este fue un grato momento para Don Zanocchi y la comunidad que sería recordado siempre.

Don Orione regresa a Italia en mayo de 1922, había escrito un documento no solo para informar la designación de Zanocchi como Superior en la Argentina y Brasil, confirmando así su autoridad, sino también nos muestra su aprecio y reconocimiento hacia él, en quién dejaba la responsabilidad de la Obra con la certeza que podría llevarla adelante: “…Don Zanocchi es conocido personalmente por todos y merecidamente estimado por su prudencia, piedad, suavidad de espíritu y ciencia de Jesucristo: Él es el mayor de todos ustedes y por su edad y sacerdocio será un verdadero y buen hermano mayor. Es inútil que les diga que él goza de toda mi confianza, desde el momento que también con sacrificio de mucho bien, de muchos intereses en Italia, lo he querido llamar precisamente en América para que fuera aquí el representante de la Congregación y sea como el ...”

Así comenzó Zanocchi su trabajo en Victoria y en América. Él era el Superior, pero nadie lo supo por él, ni pudo deducirlo desde sus palabras o gestos.

En los testimonios que encontramos es definido con innumerables adjetivos… manso y humilde de corazón, bueno, comprensivo, prudente, de palabra persuasiva y buena escucha, “profundamente humano y natural, que atrae al ejemplo al alcance de todos, a la imitación” … hombre de oración… era sincero, sencillo, esencialmente alegre y hasta jovial, le gustaba la broma divertida y sobria pero nunca vulgar, tenía un carácter optimista, abierto, muy austero, su humanidad era sólida y profunda, atento a las necesidades y preocupaciones de los que lo rodeaban, consejero de sus sacerdotes, sabía ser oportunamente exigente e intransigente, era un espíritu esencialmente práctico y realizador, aunque tranquilo y mesurado en todos sus actos.

Una contundente definición la vemos en un escrito del Sr. M. Marquez: “Tal fue el Padre Zanocchi: un sacerdote común lleno de humana santidad… él escondía la santidad precisamente en el cumplimiento de las misiones y deberes de cada día, sin descanso, sin ostentación. Él rezaba sin suspiros, sin posturas inspiradas ni ostentosa piedad, pero rezaba bien y rezaba mucho. Creo que se puede, antes bien, se debe afirmar que lo “extraordinario” de su santidad, fue que “no hizo nada de extraordinario”. Si tuviera que decir cuáles fueron las características más relevantes de su persona, creería tener que afirmar que fueron especialmente: una gran paciencia y bondad; una incansable actividad, una gran caridad por el prójimo y especialmente por los pobres; una profunda y filial devoción a la Virgen Santísima”.

Al estilo de Don Orione caminaba por el barrio como lo hacía en Tortona, con sus medallitas y caramelos para los chicos en el bolsillo, saludaba a todos con amable sonrisa, lo reconocían como “el Padre bueno”… fue conquistando de a poco a la comunidad, la iglesia comenzó a ser frecuentada, se prepararon los primeros grupos de las “Primeras Comuniones”, comenzaron a llamar al sacerdote para asistir a los moribundos, se fueron formando distintos grupos, de a poco la parroquia comenzó a tener vida, una vida cristiana más intensa, de tal manera que en 1927 el Arzobispo de La Plata reconociendo toda esta labor, erige a la Iglesia de Victoria en Parroquia independiente, separándola de la Ciudad de San Fernando, bajo el título de “Nuestra Señora de la Guardia” siendo Don Zanocchi su primer Párroco.

Logró en poco tiempo hacer surgir grupos de hombres y jóvenes de Acción Católica, también mujeres y señoritas, la Asociación del Apostolado de la Oración; la Asociación de la Doctrina Cristiana… pero su opción preferencial era la de la asistencia a los pobres, por lo cual fundó la Conferencia de San Vicente de Paul, alentando a un grupo de parroquianos, sus “Vicenticos” a visitar y socorrer a los pobres, siendo él el primero en hacerlo, entrando en el corazón de todos, con sabia caridad, sabía ayudar en silencio y consolar delicadamente, sin humillar jamás a nadie. Su norma era no dejar nunca salir de la puerta de casa a ningún pobre, sin haberlo socorrido en los límites de lo posible.

Al hablar de sus devociones, como todo orionita, tenía una profunda y fervorosa devoción filial a la Virgen, cuentan que ni bien llegó a Victoria, se encargó personalmente, utilizando sus conocimientos de carpintero, de construir un digno altar para la imagen de Nuestra Señora de la Guardia, encontrada por Don Orione en el cajón de madera.

Su amor hacia ella era tal, que siempre buscaba un motivo especial para honrarla y celebrarla, organizando fiestas hermosas, solemnes, alegres y preparadas con mucho amor, desde los rezos y oraciones, hasta los arreglos del altar o la imagen de la Virgen con flores que él mismo preparaba.

Es así que en el “Mes de la Virgen” en noviembre, entusiasmaba a todos con el deseo de sacrificio para la Virgen concretado en la tradicional “florecilla mariana”; todo este clima mariano motivaba a la oración diaria, cotidiana, mostraban a un sacerdote que siempre en todo momento tenía en su mente y en su corazón a María, mamá de Jesús y madre nuestra.

Desde los primeros días de su llegada a Victoria comenzó la práctica de recitar diariamente con los fieles el Santo Rosario en la iglesia, quedando esto como práctica establecida hasta el día de hoy.

 

El padre Zanocchi

 

Su otra fuerte devoción, quizás por su experiencia particular en Tortona, era San José. En cuanto pudo, erigió en nuestro templo un altar en honor a su Santo predilecto y su decisión nos permite hoy también a nosotros llegar con nuestras necesidades a los pies de su hermosa y paternal imagen y rezar.

Celebraba el mes de marzo dedicado a San José. El día de su fiesta era celebrada con especial devoción y solemnidad, haciéndola preceder por una devota novena. Quiso dedicar a “San José” el colegio que fundó aquí en Victoria, al igual que la “Escuela Tipográfica San José”, fundada también por él. Hizo colocar una estatua del santo en el frente del edificio para proclamarlo Santo Patrono y Guardián de nuestra casa.

No solo desde esta manera lo hizo presente entre nosotros, sino también motivando desde la oración y la confianza en su intercesión, en que se tenga esa confianza en la providencia de Dios… el mismo en una carta le decía a Don Orione: “… Nos queda pagar $6.152.-, deuda que confiamos a “Nuestro Ecónomo San José” […] No dudamos que San José no piense pagar cuanto antes lo que aún resta, porque él sabe bien que a los acreedores no hay que hacerlos esperar demasiado, para que no pierdan la paciencia, ¡se inquieten y digan algunas de esas cosas que no están bien…!

¡Cuánto más podríamos compartir sobre esta persona tan admirable y bondadosa!

Son innumerables los testimonios de su caminar por todas las casas cumpliendo fielmente la responsabilidad que Don Orione le había dejado… asesorando, aconsejando, definiendo, decidiendo que hacer, contactando bienhechores, recibiendo nuevas donaciones, acompañando en la formación de nuevos futuros sacerdotes, haciendo crecer las casas establecidas, fundando otras…

¡Fue tan importante para nuestra Congregación su presencia en esos tiempos fundacionales! Acompañando como fiel discípulo al padre en sus decisiones, en especial en el período tan floreciente en el que Don Orione regresa a la Argentina, para asistir al Congreso Eucarístico Internacional en 1934.- y permanece aquí tres fructíferos años, su obra se había extendido a otras provincias, también a Chile y Uruguay. Don Orione dejaba el “piquete” y sus sacerdotes continuaban su obra y la hacían crecer aún más con Zanocchi a la cabeza.

Don Orione recibe la donación de una casa en la Ciudad de Buenos Aires, sencilla, pero de una ubicación central en la calle Carlos Pellegrini, con el fin de establecer allí la dirección de la “Pequeña Obra” en Argentina, esto motiva que Zanocchi, luego de 13 años de trabajo en nuestra comunidad, deje nuestra casa y fije su residencia en la Capital…

 

El padre Zanocchi

 

Fue un momento muy difícil para él, que muy humilde y obediente dejó Victoria y se estableció en Buenos Aires, pero representó un gran sacrificio para nuestra comunidad que no se resignaba a perderlo como párroco. Fue entonces que Don Orione, le escribe desde Mar del Plata:

Querido Don Zanocchi: estos días van a Victoria los clérigos y creo estar en el deber, para el mejor bien de todos y de cada uno, determinar las funciones. Ud. Será Inspector de las Casas de la Argentina y del Uruguay, tanto para los Hijos de la Divina Providencia, como para las monjas. Seguirá usted siendo también el párroco de Victoria, como lo ha hecho hasta ahora y el Padre Anzolín hará vuestras veces (de párroco)

Esta forma tan respetuosa de organización establecida por Don Orione, donde Zanocchi aun residiendo en Capital era el párroco titular y Azolin residiendo en Victoria era su Delegado, le permitió a Zanocchi visitar Victoria con frecuencia, ayudando al sacerdote que había quedado en su lugar, y a la Comunidad ver cada tanto a quien siempre consideraron como su Padre, Pastor, Consejero y Amigo.

Su vida continúo con un franco servicio y entrega plena a la Congregación, pasando por múltiples responsabilidades en esta creciente Obra, luego de la muerte de Don Orione, que afectó profundamente a todos, supo seguir cumpliendo hasta el fin de sus días, la función de “hermano mayor” encomendada desde su juventud por nuestro querido Padre Fundador.

Trabajó sin descanso hasta 1952, donde en el Capítulo General de la Congregación, que se realizó en Italia, quedó eximido de todo cargo de responsabilidad directiva, decidió volver a la Argentina, su patria de adopción, no solo por la sugerencia del Director General sino por la insistencia y pedido de los sacerdotes, religiosas y feligreses que tanto lo querían y extrañaban.

Desembarcó en la Argentina en noviembre de 1952, y fue recibido jubilosamente por un gran grupo de gente que lo había ido a recibir para demostrarle su cariño y afecto. Pidió tener residencia en un cuartito en el Colegio Apostólico San José, de Claypole, dispuesto a prodigarse desde allí en lo que hubiesen dispuesto sus Superiores.

Todos le pidieron que fuese su Director Espiritual, por lo tanto con mucha alegría y empeño a partir de ese momento se dedicaba a escuchar las confesiones de sus sacerdotes, religiosas y feligreses, aconsejando, guiando, confortando a quien lo buscaba. También realizaba conferencias sobre temas de espiritualidad y fe que enriquecían a todos. Celebraba misa y realizaba charlas, en la casa de la Dirección Regional de las Hermanas Misioneras de la Caridad en los fines de semana, desplazamiento que le costaba bastante ya que su salud comenzaba a decaer.

A principio de 1954.- empezó a hacerse evidente su debilidad, le proponen y accede a viajar a Mar del Plata para recobrarse, pero su físico daba señales de pérdida de fuerzas vitales, en forma creciente y progresiva. Se juzgó que era oportuno internarlo en el Hospital Italiano de Buenos Aires, donde le diagnosticaron cáncer de duodeno, le dieron un tratamiento a seguir y le aconsejaron volver a casa, sin querer molestar a nadie para su atención en el Colegio San José, pidió estar en un cuartito, abajo en el pabellón para sacerdotes… le dijo al director del Cottolengo que lo esperaba: “Iré allá abajo y me iré preparando…” Siempre sonriente, siempre agradecido, siempre rezando… a quien le preguntaba como estaba le decía: “¡muy bien!” con una paz y tranquilidad admirable… “mañana partiré, para un viaje largo… largo…” señalando ligeramente el cielo con la mano con una sonrisa en su rostro; y así fue, partió con una sonrisa serena que iluminó su rostro a las 22.30hs del lunes 17 de mayo de 1954.

Como decía el P. Duto, “Había sabido sonreír a tantas penas y cruces de la vida y supo sonreír también a la muerte… sonriendo vivió y sonriendo murió…

Nuestra comunidad de entonces profundamente afectada por la pérdida de su Padre Espiritual, pidió insistentemente que sus restos fueran llevados y sepultados en Victoria, esto no pudo ser de inmediato, luego de algunos años pudo convertirse en realidad.

Desde el 21 de mayo de 1961, el Padre José Zanocchi descansa en la Iglesia Parroquial de Victoria, recibido por su pueblo que lo venera y lo invoca…

Hoy puedo responderme aquella pregunta que me hice cuando mi mamá me dijo que tendríamos que tomarlo de ejemplo… ¿tomarlo de ejemplo? ¿por qué? Porque fue un hombre bueno, justo, valiente, alegre, responsable, de una fe contundente, atento a sus hermanos, dispuesto al desafío de darse todo sin esperar nada, amable, contenedor, que supo escuchar a todos y cada uno de los que acudían a él, obediente, exigente, con una ternura y apertura increíble al más necesitado, que supo pisar la huella de su maestro siguiendo al “Gran Maestro Jesús”, con plena confianza en la Divina Providencia, que amo profundamente a María y buscó siempre contagiar ese amor… que supo ser amigo de San José, amigo de Don Orione, amigo de Victoria…

 

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