
(19/02/2022) El Papa declaró venerable al cardenal Eduardo Pironio, histórico “amigo” de Don Orione y su Obra en Argentina. “Mi vida y mi ministerio han tenido mucho que ver con la vida y la obra de Don Orione”.
El Papa declaró venerable al cardenal Eduardo Pironio, histórico “amigo” de Don Orione y su Obra en Argentina. “Mi vida y mi ministerio han tenido mucho que ver con la vida y la obra de Don Orione”.
“He tenido la gracia de conocer personalmente, siendo yo seminarista en La Plata, a Don Orione. “Ese sí que es un santo de verdad”, nos lo presentó el arzobispo Mons. Francisco Alberti, de indudable fama de santidad. Nos hizo besar las manos de ese sacerdote humilde, pequeño, con los ojos bajos. No puedo olvidar su figura y la irradiación serena de su presencia. Los santos contagian santidad e invitan a vivir con humildad.”
Este es un extracto de las palabras con las que el cardenal Eduardo Pironio se refería a Don Orione en el prólogo que escribiera para el libro “Don Orione, un profeta de nuestro tiempo”.
El papa Francisco reconoció el 18 de febrero las virtudes heroicas del cardenal argentino Eduardo Francisco Pironio quien fue obispo de Mar del Plata y presidente del Consejo Pontificio para los Laicos y uno de los creadores de las Jornadas Mundiales de la Juventud.
El pasado 6 de febrero el arzobispo de Mercedes-Luján, monseñor Jorge Eduardo Scheinig, presidió en la basílica y santuario nacional de Nuestra Señora de Luján, una misa en memoria del cardenal Eduardo Pironio, a 24 años de su paso a la Casa del Padre.
El cardenal Eduardo Francisco Pironio fue un “hombre de fe y esperanza, un hombre lleno de gracia y santidad. Hoy los invito a rezar especialmente por él“ para que la Iglesia lo pueda elevar prontamente a los altares, pidió monseñor Scheinig antes de comenzar la misa.
Desde el fallecimiento del cardenal, cada año se celebra una misa en su memoria el primer domingo de febrero en el santuario de Nuestra Señora de Luján, donde descansan sus restos, con el propósito mantener viva y actualizada su persona y su vida y, también, para pedir por su beatificación.
El cardenal Pironio, nació el 3 de diciembre de 1920 en Nueve de Julio, en el seno de una familia de emigrantes italianos, y falleció en Roma el 5 de febrero de 1998. Persona de gran calidad humana y profunda espiritualidad, fue su madre quien le transmitió -con oración constante- una fe fuerte y luego fortalecida con el estudio, la lectura y la meditación.
Su personalidad se caracterizó por la esperanza y la alegría, ligada a la espiritualidad mariana, propia del Magníficat. Pastor paterno, manso, acogedor, firme pero comprensivo, en su trabajo dio importancia a las relaciones personales. Para él, las relaciones eran primordiales: construir amistades y hacer crecer al otro a través de los encuentros.
Prólogo completo del libro “Don Orione, un profeta de nuestro tiempo”
He tenido la gracia de conocer personalmente, siendo yo seminarista en La Plata, a Don Orione. “Ese sí que es un santo de verdad”, nos lo presentó el arzobispo Mons. Francisco Alberti, de indudable fama de santidad. Nos hizo besar las manos de ese sacerdote humilde, pequeño, con los ojos bajos. No puedo olvidar su figura y la irradiación serena de su presencia. Los santos contagian santidad e invitan a vivir con humildad. Pero el encuentro con un santo no queda en un momento. Se ahonda y se prolonga. Yo no puedo olvidar aquella mañana fría de agosto (era la fiesta del Santo Cura de Ars), la irradiación del encuentro de dos santos: monseñor Alberti, a quien yo debía espiritualmente la vida y el sacerdocio, y Don Orione, a quien veía por primera vez en su pequeñez de hombre grande. Mi vida y mi ministerio han tenido mucho que ver con la vida y la obra (con la pequeñez y la humildad) de Don Orione.
El encuentro con los santos toca profundamente las almas y las cambia. No es únicamente una presencia pasajera; queda grabada en el alma como una irresistible atracción a la santidad. Yo la encuentro ahora en estas “bellas páginas” que se ofrecen como un don de Dios a las almas sencillas. Harán un bien inmenso a los sacerdotes y religiosos, a los pobres y profesionales, a los que gozan y buscan. En un mundo como el nuestro ‒cargado de dolor y de angustias‒ ¡qué bien nos hacen estas “bellas páginas” que nos hablan de la Divina Providencia, nos invitan a la caridad y nos abren el corazón a la esperanza! ¡Cómo quisiera que las leyeran, con sencillez de pobres, todos los que buscan la paz y la alegría, la seguridad y la fortaleza, la serenidad y la confianza! Que las leyeran sin prisa y sin temor los que buscan la fecundidad de la esperanza y la fortaleza de la caridad.
Nos hace bien leer y releer la Divina Providencia, la confianza en el amor del Padre, la realidad sorprendente de Dios-Madre, en la bondad y el amor de un Dios que habita en nosotros, nos hace fuertes y felices. Y cuánto bien nos hace sentir la presencia materna de la Virgen. Siento la fuerza de la invitación de Don Orione: “Ave María y adelante!”. Quisiera que estas “bellas páginas” que nos ha regalado Dios, por intermedio del beato Don Orione, nos ayudaran a recrear el mundo, a las puertas del Tercer Milenio. Que nos ayudaran a vivir en la bondad y en la sencillez, en la caridad heroica y cotidiana, en la confianza filial, en la entrega gozosa a la Divina Providencia. Que nos abrieran el corazón al amor profundo y sencillo a la Virgen, que nos entregaran gozosamente a su amor de madre y que nos enseñaran a vivir como Ella en la humildad y en el amor a los pobres.
Vuelvo a insistir que estas “bellas páginas” de Don Orione nos harán muchísimo bien y nos abrirán senderos de santidad. Nos darán paz y alegría. Pondrán en nuestro corazón bondad y confianza, amor a la Divina Providencia, caridad a los más necesitados y profundidad de amor a Dios Padre y a María Santísima, nuestra Madre. Acogemos estas “bellas páginas” de Don Orione con amor y gratitud y auguramos para todos un aumento de alegría, de paz y de esperanza.
Eduardo F. Card. Pironio
Roma, 10 de noviembre de 1997