
Los inicios de la Casa Provincial
P. Facundo Mela fdp
El 27 de junio de 1935, Don Orione tomaba posesión una casa ubicada en el centro de la Ciudad de Buenos Aires, más específicamente en Carlos Pellegrini 1441. Dicha casa fue elegida como sede de la Pequeña Obra de la Divina Providencia en Sudamérica. Allí, Don Orione vivió y trabajo por más de dos años hasta su vuelta a Italia en 1937. Al celebrar 90 años de su apertura, queremos hacer memoria y recordar sus inicios.
La Providencia se hace presente
El 11 de febrero de 1922, Don Orione junto a los primeros misioneros italianos tomaban posesión de la primera casa de la Congregación en la Argentina, en Victoria (Pcia. de Buenos Aires). Allí, Don Orione puso la sede de su Obra, que daba sus primeros pasos en nuestro país.
A su vuelta en 1934, la Congregación se había desarrollado, pero la presencia del Fundador le daba un gran impulso, multiplicándose las obras y actividades. Esto obligaba a Don Orione a desplazarse, casi a diario, hasta la Ciudad de Buenos Aires como a otros puntos del Gran Buenos Aires, ubicados a varios kilómetros de Victoria.
Si bien, su Congregación poseía una casa en el barrio porteño de Nueva Pompeya,[1] la misma por encontrarse en una periferia, no le permitía moverse con facilidad.
Las Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad,[2] por su parte, poseían dos casas en Buenos Aires, una en Floresta[3] y la otra en Congreso.[4] Si bien, Don Orione tuvo por un tiempo su oficina en esta última, el lugar no era el más conveniente, y se veía la necesidad de una casa en un lugar más céntrico de Buenos Aires.
Una vez más, la Providencia se hizo presente en la vida de Don Orione. Como relataba el Dr. Rómulo Garona Garbia, fundador de los Amigos de Don Orione en Argentina:
Fue un día de noviembre de 1934. Hacía apenas un mes que Don Orione había llegado a Buenos Aires, para participar de las jornadas inolvidables del Congreso Eucarístico Internacional realizado en octubre. Y aquella mañana volvía una vez más, a visitar al Nuncio Apostólico, Monseñor Felipe Cortesi, que tan señalada estima profesara a la Pequeña Obra y tanta protección le brindara en esos día difíciles del comienzo.
Monseñor Cortesi le habló entonces de la familia Saavedra Zelaya. Querían conocer a Don Orione. ¿Por qué no va ahora mismo a verles?, le dijo el Nuncio decididamente al Fundador. Y como le pareciera percibir en su interlocutor alguna actitud dubitativa, Monseñor Cortesi se apresuró de inmediato a poner su propio automóvil a disposición de su humilde huésped, en tanto anunciaba por teléfono a los interesados que recibirían la ansiada visita de Don Orione.
Poco después el Fundador trasponía los umbrales del Palacio de la calle Carlos Pellegrini 1455, residencia a la sazón de doña Dámasa Saavedra Zelaya de Lamas y de Doña Mercedes Saavedra Zelaya. Las dueñas de casa se hallaban rodeadas en aquellos momentos por algunos familiares, entre los cuales se encontraba su sobrino, Luis María Carreras Saavedra, que iba a quedar desde entonces estrechamente ligado a la vida argentina de la Congregación (…)
De aquella amistad surgió el ofrecimiento de la histórica casa de Carlos Pellegrini 1441, propiedad asimismo de Doña Dámasa Saavedra Zelaya de Lamas, vecina a su Palacio. Una tarde le invitó a tomar el té y Don Orione concurrió presto, sin formular a nadie comentario alguno sobre lo que él veía y presentía que iba a ocurrir. El Fundador necesitaba urgentemente una casa en Buenos Aires para instalar la sede central de su Obra Argentina. La casa de la calle Victoria (hoy Hipólito Irigoyen), cedida por la señorita María Balbiani, tenía una función específica que cumplir: estaba destinada a una obra femenina: las niñas atendidas por las Pequeñas Misioneras de Don Orione.
Necesitábase, pues, otra sede ubicada en la zona céntrica. Y esa sede él lo sabía le iba a ser ofrecida precisamente en la visita de esa tarde. Llegado el momento del té, habló la dueña de casa para formular la oferta, y Don Orione, con esa tranquilidad y sencillez impresionantes que ponía en todas sus cosas, le respondió entonces, que justamente para eso él había concurrido a visitarla. El ofrecimiento, lo supimos después, se hacía a instancias del mismo Luis María Carreras Saavedra”.[5]

“La Divina Providencia pensó en todo”
A principios de abril de 1935, Don Orione comparte con su vicario, el P. Carlos Sterpi, la posibilidad de abrir una casa en un lugar mas céntrico: “Fácilmente tendremos una Casa en el centro de Buenos Aires, un pie en tierra, que será la Casa Central del Pequeño Cottolengo Argentino. Hasta ahora no tenemos una casa en Buenos Aires, excepto la casa donde está el P. Contardi[6], que es de las vicentinas y en la periferia de una grandísima ciudad”.[7]
Una posibilidad que se hizo realidad, por lo cual Don Orione solicito al Arzobispo de Buenos Aires el permiso para abrir la sede del Cottolengo y la capilla en el mes de mayo:
Buenos Aires, Mayo 23 de 1935
M.R.P. Luis Orione
Superior General de los Hijos de la Divina Providencia
De mi consideración:
Tengo el agrado de dirigirme a V.E. para comunicarle la providencia dictada, por S.E. Revma. Mons. Dr. Santiago Luis Copello, Arzobispo de Buenos Aires, al pie de su atenta nota de fecha
16 del corriente; dice así:
‘Buenos Aires, Mayo 20 de 1935.- Autorizamos gustosos la apertura del pequeño Cottolengo Argentino en la calle C. Pellegrini n.1441, con su Capilla privada. ¡Que Dios bendiga! + SANTIAGO LUIS COPELLO. Arzobispo de Buenos Aires’.
Saluda a V.R. atentamente
Tomas J. Solari
Sec.[8]
Ya con la aprobación del arzobispo, Don Orione escribía: “La próxima semana abro la Casa Central del Cottolengo Argentino, en la calle Carlos Pellegrini 1441, Buenos Aires”.[9] Y el 7 de junio de 1935, Don Orione entraba en dicha casa. Así le escribía al P. Sterpi:
“Charitas Christi urget nos! – Hoy, 1º viernes del mes consagrado al Corazón Santísimo de Jesús, estoy feliz de darles la buena noticia que entre en la casa que la Divina Providencia nos ha dado en Buenos Aires, como se darán cuenta por la nueva dirección, a la cual, desde ahora en adelante enviaran la correspondencia. El Arzobispo dio la más amplia bendición verbalmente y por escrito. Será la sede central del Pequeño Cottolengo Argentino, no es muy grande, pero es más que suficiente, en un lugar adaptado y tranquilo, con su capilla, que es tanto linda como devota, no falta nada en la capilla y la casa: la Divina Providencia pensó en todo por medio de una conocida señora, la Sra. Damasa Saavedra, que el Santo Padre se dignó a condecorar, en estos días, con la cruz «pro Ecclesia et Pontifice»[10]. Deo gratias: todos den gracias al Señor junto a mí”.[11]
El 27 de junio de 1935, el Nuncio Apostólico, Mons. Felipe Cortesi, bendijo la casa y la capilla, y Don Orione tomo posesión de la misma.[12] Al día siguiente, fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, Don Orione celebro misa allí por primera vez.[13] Así le escribía, nuevamente al P. Sterpi, pocos días después:
La capilla de esta Casa Central de Buenos Aires fue bendecida por S.E.R. el Sr. Nuncio Apostólico, que nos conforta con su paterna bondad (…) Esta capilla es hermosa y muy devota; la casa y la capilla se deben a la gran generosidad de la noble Sra. Dámasa Saavedra, que quiso pensar en todo, ofreció así casa y capilla con todos los muebles y decoración necesarios.
Celebre la primera misa en esta nueva casa el 28 de junio, fiesta del Sagrado Corazón, y sobre el altar preside la estatua del Sagrado Corazón.[14]
La presencia de la estatua del Sagrado Corazón le dará al nombre de la capilla, cuando la misma se abra, más adelante, para el culto público.
“Pequeño Cottolengo Argentino – Casa Central”
Su ubicación estratégica, le permitía a Don Orione estar en un punto equidistante entre las casas de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires, como también, lo ubicaba cerca de las estaciones del ferrocarril (Retiro), del puerto y del centro de la ciudad.
Hasta entonces, las casas abiertas por Don Orione se habían ubicado en las periferias de Buenos Aires (Victoria, Avellaneda, Pompeya, etc) y otras ciudades, lugares muy pobres, alejados, de precaria infraestructura y, la mayoría de las veces, ubicados en ambientes anti-eclesiales.
Esta casa, por el contrario, era “la excepción que confirmaba la regla”, ya que fue la única casa que nació en el corazón de un barrio de la alta sociedad porteña. Don Orione la concibió como sede de gobierno y gestión de la Congregación, casa de acogida, y Casa Central del Pequeño Cottolengo Argentino. [15]
Por otro lado, aunque ya desde sus inicios fue casa de gobierno, la misma recibió a los primeros residentes del Cottolengo de Claypole, quienes vivieron unos meses allí.
El ofrecimiento tiene mucha importancia: permite a Don Orione establecerse en la ciudad (…) Y también le permite recoger a los primeros huéspedes del Pequeño Cottolengo, pues el edificio de Claypole se está levantando, pero aún no está techado. De este modo los primeros se ubican en la calle Carlos Pellegrini, tanto más cuanto que la casa tiene lugar suficiente para los comienzos (…) un ex-sacerdote; un muchacho sordomudo con la madre viuda y una hermana tuberculosa; un niño de nueve años, huérfano de padre y abandonado por la madre, con el brazo izquierdo inutilizado; una viejecita francesa, quizás protestante; un viejo italiano despedido de una clínica que se queja porque está inutilizado para cualquier trabajo y no tiene nadie en el mundo; un hombre de 46 años, con la mano sin dedos.[16]
A casi un mes de su apertura, el 25 de julio, el Mons. Copello, Arzobispo de Buenos Aires (quien aun no era cardenal) bendecía a los seis primeros asistidos del Pequeño Cottolengo de Claypole Argentino en dicha casa.[17]

Un lugar de encuentro con Don Orione
Con el tiempo, la Casa de Carlos Pellegrini (como es conocida entre los religiosos) se convirtió en un “lugar de peregrinación”, para obispos, cardenales, nuncios apostólicos, sacerdotes, religiosos y laicos, ricos, pobres, desde simples amas de casa y obreros hasta grandes empresarios, artistas, políticos, militares, diplomáticos, etc;[18] quienes iban a buscar una palabra, un consejo de Don Orione, presenciar su misa, confesar sus faltas, pedirle una bendición, oraciones, u ofrecerle alguna ayuda.
La Casa Central del Cottolengo, o simplemente el “Cottolengo” (como es conocida en la zona); se transformó en una casa de caridad, tanto para quien venia que salía reconfortado de su encuentro con Don Orione; como para las obras emprendidas por Don Orione, ya que allí recibió muchas de las generosas donaciones de los benefactores, quienes ayudaban a llevar adelante su misión.
Allí, comenzó su actividad el “Taller de las Damas de la Divina Providencia”, hoy conocido como el “Costurero”; funcionaron los “Consultorios Medico Gratuitos”, se organizaba la “Noche de la Caridad” y distintos tipos de evento beneficos.
Sus paredes son testigos de donaciones, ofrecimientos, muestras de cariño, lágrimas, palabras, consejos de Don Orione, e incluso de la celebración de un exorcismo.
Allí, Don Orione escribió muchos de sus escritos más hermosos y profundos, tanto cartas personales como circulares; y redacto las Constituciones de las Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad.
En dicha casa, se dictará alguno de los Cursos de Cultura Católica,[19] antecedentes de la Universidad Católica Argentina;[20] y allí se encontraran Don Orione y el filósofo francés, Jacques Maritain.[21]
Tras la partida de Don Orione, la casa continúo siendo un lugar de encuentro para los amigos y benefactores de la Obra. Allí, se encontraban con Don Orione quien no estaba presente físicamente, pero su espíritu permanecía en sus hijos y su obra.
En dicha casa, se llevaron a cabo innumerables reuniones de los Amigos de Don Orione, quienes invitaban a personalidades eclesiales y civiles a hablar sobre Don Orione y luego compartían el tradicional café.
Una casa abierta a todos
Una de las características más importantes de esa casa es que siempre estuvo abierta a todos, sin importar su pensamiento o inclinaciones políticas: comunistas, liberales, ateos, de otras religiones, peronistas, radicales, refugiados políticos, etc. En la casa de Don Orione, todos eran recibidos y tenían un lugar. Incluso los acérrimos adversarios políticos se encontraban bajo el mismo techo.
Así los confirmaba, en 1957, el Dr. Rómulo García Carbia, fundador de los Amigos de Don Orione, hablando de la casa provincial:
Estos viejos muros han sido testigos de un hecho insólito y maravilloso en nuestra Argentina, enferma de odios y saturada de revanchas: me refiero al ejemplo ofrecido por este grupo –cada vez más numeroso- de hombre y mujeres que buena voluntad, que mes a mes han venido a participar de las reuniones de Amigos [de Don Orione], deponiendo en los umbrales de esta casa, que albergo a Don Orione, sus puntos de vistas muchas veces irreconciliables, las rencillas, las parcialidades, las diferencias de la calle, para vivir una mañana de Caridad cristiana, unidos todos al pie del altar, por el único vinculo de unión verdadero, por la única fraternidad autentica, por la única fórmula capaz de salvar al mundo convulsionado por los errores del todos: unidos todos por la Caridad”[22]

Un aspecto nuevo, pero el mismo corazón
Aquella casa tipo “chorizo”, con un aljibe en uno de sus patios, con los años creció[23] y continuo su actividad ininterrumpida de gobierno y gestión hasta que un triste 17 de marzo de 1992, la embajada de Israel sufrió un atentado terrorista que cobro la vida de 22 personas. Si bien, no hubo víctimas en la casa, su estructura fue gravemente dañada, y con mucho dolor, la histórica casa debió ser demolida y así, durante unos años, la sede de la congregación se debió mudar.
El 13 de noviembre de 1996, al cumplirse el 75º aniversario de la llegada de Don Orione a la Argentina, la Casa Provincial reabrió sus puertas y continúo su misión de gobierno. Presidió la misa y bendijo la nueva capilla Mons. Jorge Mario Bergoglio, entonces obispo auxiliar de Buenos Aires, hoy el Papa Francisco. Unos años más tarde, un 21 de octubre de 2012, la capilla fue consagrada por Mons. Juan Alberto Puiggari, arzobispo de Paraná, quien junto a su familia eran feligreses de la misma.
La arquitectura, moderna pero muy sencilla, había cambiado el aspecto de aquella casa antigua y tan llena de historia, pero su espíritu de fe y caridad seguía intacto.
Hoy, la Casa Provincial sigue siendo sede de gobierno y administración, comunidad de fe y caridad, y lo más importante, lugar de encuentro con Don Orione.
[1] La Parroquia Nuestra Señora de la Divina Providencia y Asilo Post-escuela entonces ubicados en Cachi 724.
[2] Congregación femenina fundada por Don Orione en 1915.
[3] En Eugenio Garzón 3975, la misma “… funcionaba como Casa de Noviciado (…) Escuela de Labores y jardín de infantes”. Boletín Pequeña Obra de la Divina Providencia 8-9 (1940) 6.
[4] En Victoria 2084, hoy, Hipólito Yrigoyen. Allí funcionaba el “Centro Cultural Argentina” donde se daban “clases de catecismo y labores a hijas de obreros”. Íbid.
[5] A. Cantarutti, G. Valencia, Don Orione y Chile, sueño e historia, Santiago de Chile, Pequeña Obra de la Divina Providencia, 2004, 94-95.
[6] Referencia a la casa ubicada en el barrio porteño de Nueva Pompeya.
[7] Carta al P. Sterpi. Buenos Aires, 2 de abril de 1935. Scritti 18, 80. Gli scritti di Don Orione, Colección de 116 volúmenes mecanográficos de los escritos de Don Orione que se conservan en el Archivo Don Orione de Roma (ADO).
[8] Carta ubicada en el cajon “Pompeya”, Archivo Casa Provincial Argentina.
[9] Carta al P. Sciaccaluga. Buenos Aires, sábado 1º de junio de 1935. Scritti 27,183 y 27,226.
[10] La Cruz “Pro Ecclesia et Pontifice” (literalmente “por la Iglesia y el Pontífice”) es una distinción de honor para religiosos y laicos que se han destacado por su servicio a la Iglesia.
[11] Carta al P. Sterpi. Buenos Aires, viernes 7 de junio de 1935. Pequeño Cottolengo Argentino Calle Carlos Pellegrini, 1441. Scritti 18, 107.
[12] Cf. Diario del P. José Zanocchi (documento inédito – Archivo Casa Provincial Argentina), 68; J. Dutto, Padre José Zanocchi, Victoria (Pcia de Bs As), Pequeña Obra de la Divina Providencia, 1968, 113.
[13] Diario del P. José Zanocchi, 68.
[14] Carta al P. Sterpi. Buenos Aires, 3 de julio de 1935. Scritti 18,115; 110,249-250.
[15] Nos parece conveniente hacer una clarificación acerca del término “Pequeño Cottolengo Argentino”. En los escritos de Don Orione éste se entiende como una única obra o institución con diversas filiales (o secciones) y una casa Central. La Casa Provincial se llamaba “Pequeño Cottolengo Argentino – Casa Central”, como se ve en los membretes y en la placa ubicada al frente de la misma.
[16] G. Papasogli, Don Orione, Buenos Aires, Editorial Guadalupe, 1989, 356.
[17] J. Dutto, Padre José Zanocchi, 113.
[18] Entre las personalidades que visitaron la Casa Provincial, podemos destacar a la Sra. Ana Encarnación Bernal Harris, esposa del presidente Agustín P. Justo; y al Siervo de Dios, P. Luis María Echeverry Boneo; el Premio Nobel de la Paz, El Dr. Carlos Saavedra Lamas; el ex vicepresidente, Elpidio González: el Siervo de Dios Antonio Solari, el Beato Cardenal Eduardo Pironio; el Pbro. Julio Meinvielle, filósofo y fundador de la Unión Scouts Católicos Argentinos (USCA); Mons. Manuel Moledo, histórico asesor de la Acción Católica Argentina, etc.
[19] Estos Cursos tenían como objetivo la formación cristiana en los ámbitos de la política, la economía, y la vida profesional. La sede de los Cursos en 1934, se encontraba en la calle reconquista 572, en la ciudad de Buenos Aires. Estos Cursos contribuyeron a crear un ámbito de cultura católica en Buenos Aires y fueron las bases de la futura “Universidad Católica Argentina”, fundada en 1957.
[20] “Auspicio los Cursos de Cultura Católica que se dictaban en la casa de Carlos Pellegrini, a los que concurría con fervor, no obstante el cumulo de tareas que cumplía. En septiembre de 1936, Jacques Maritain fue invitado a disertar en ellos. Allí encontró a Don Orione: dos vidas estupendas, dos compromisos profundos con Dios en el mundo, dos elegidos que dieron gloria a la Iglesia con realizaciones sublimes e instituciones proféticas, que descifraban los signos de los tiempos”. R. Ferreira Sobral, Cesar Di Salvatore en el enclave de los primeros misioneros a los cincuenta años de su muerte. Apuntes para una Historia de la Obra de Don Orione en la Argentina, Córdoba, El Copista, 1993, 118-119.
[21] “Entre una conferencia y otra, Tomás Casares acompañó varias veces a Maritain, solo o con Raïssa, a visitar a Don Orione en la casa de la calle Carlos Pellegrini 1441, en el centro de la ciudad, donde tenía su sede habitual. En una oportunidad, después de haber compartido un café, estaban atravesando un patio interno para ir a la capilla cuando de pronto se encontraron con una distinguida señora. Don Orione, que se dio cuenta de que estaba confundiendo al filósofo con un nuevo huésped del “Pequeño Cottolengo”, le dijo rápidamente: ´No, no… Es Jacques Maritain, ¡un gran filósofo! ´. Varias veces Maritain ayudó a Misa en la capilla de la calle Carlos Pellegrini. “Verlos y escuchar el latín ‘italiano’ de Don Orione y el ‘afrancesado’ de Maritain era un espectáculo simpático a la vez que edificante”, recuerda el doctor Manuel Ordóñez”. F. Peloso, “Don Orione, Jacques Maritain y la Iglesia Argentina en los años treinta”, Criterio 2256 (2000), 228.
[22] J.C. Moreno, Rómulo María Garona Carbia, Asociación de Amigos de Don Orione, Buenos Aires, 1972, 57.
[23] Con los años se compraron dos propiedades linderas.