Educación

Escuelas y centros educativos

Don Orione quiso contribuir a la promoción del hombre y la sociedad a través de las escuelas. Así se dedicó a la elevación humana, moral y social de los jóvenes, especialmente de aquellos más necesitados, para facilitar su inserción en el mundo del trabajo y en la Iglesia, y para hacerlos protagonistas de la sociedad. Trabajó para desarrollar en ellos una personalidad fuerte, capaz de discernir y de vivir la misma vocación laical o religiosa.

Para la obra Don Orione, la escuela es el más alto servicio que se puede dar al pueblo. Junto a las obras de caridad, forman parte de un único proyecto pedagógico; si una escuela es siempre una gran obra de caridad, es igualmente verdad que una obra de caridad es siempre una gran escuela.

Las instituciones educativas orionitas buscan conservar el carácter popular y evangelizador de los comienzos, a la vez que priorizar la educación integral de los niños y jóvenes, para proyectar con ellos un futuro digno.

Actualmente, la familia orionita cuenta en varias ciudades del país con obras de educación de distintos niveles, animadas por religiosos y numerosos laicos. Siguiendo las enseñanzas del Fundador, la tarea educativa no es otra que la de: “hacer buenos a los jóvenes y transformarlos en mensajeros de fe, bondad, y progreso moral y civil para la sociedad”.

Un poco de historia

El 15 de octubre de 1893, Don Orione, por entonces un seminarista de 21 años, fundaba una escuela en un humilde barrio de Tortona –Italia- que albergaba a 40 chicos de las familias olvidadas de los valles cercanos.

Instauró una nueva forma de educar a la que dio en llamar “sistema cristiano paternal”, entre cuyos rasgos principales se destacan:

  • el ambiente de familia que debe reinar en la escuela,
  • el buen uso del tiempo tanto de los alumnos como de los  docentes,
  • la adhesión a los valores del pueblo.
  • una didáctica ágil que facilite y acompañe el estudio.
  • más el papel central de la afectividad: “El corazón es la gran puerta de entrada de todos los valores humanos”.

A los religiosos educadores les pedía una y otra vez: “Diríjanse siempre a los jóvenes con palabras de aliento, tratando de animarlos siempre al bien y también entusiasmarlos al estudio, al trabajo, predisponiéndolos con palabras ardientes, llenas de nobleza y bondad”.

Y quería que la atención estuviese siempre puesta primero en los alumnos, antes que en los demás aspectos de la institución: “No les encomiendo las máquinas, les encomiendo el corazón de los jóvenes”.

Lo que Don Orione inició en Italia, también se multiplicó en los lugares de misión, especialmente en América Latina, donde la Congregación continuó la misma premisa del fundador, la de educar a los hijos del pueblo. 

Hogares y Centros para niños y adolescentes

Don Orione, que empezó su apostolado ocupándose de los más pequeños, tuvo una preocupación especial por los niños que vivían en situación de abandono y desamparo.

En nuestro tiempo, la Convención internacional sobre los Derechos del Niño ha afirmado con claridad, que es deber de los Estados garantizar la protección y el cuidado integral necesario para todos los niños.

Sin embargo, la realidad demuestra a diario que son muchos los niños que no pueden satisfacer sus necesidades más básicas. 

La Familia Orionita, fiel a la inspiración de su Fundador y atenta a la problemática actual, dedica parte importante de su misión a esta tarea de amor, educación y protección, que se realiza desde distintas obras de Don Orione, pero en especial, en los Hogares y diversos Centros de día para chicos.

Cada una de estas comunidades, quiere ser el abrazo grande y de corazón a tantos niños desprotegidos y marginados, para que con ellos y desde ellos, sea posible soñar y construir un mundo más humano.

Un poco de historia

Si a lo largo de su vida Don Orione demostró predilección por los pobres, cuánto más cuando se trataba de los más pequeños. Seguramente la pobreza vivida en su propia infancia, le daría una mirada más aguda para compadecerse de esa realidad.

Ya, desde seminarista, no admitía ver chicos en la calle, dando vueltas sin educación o sin alimento, de allí que sus primeras acciones fueran claramente destinadas a ellos: oratorios, colegios, colonias agrícolas, escuelas de arte y oficio.

Cuando abrió el primer colegio para chicos pobres en 1893, supo perfectamente que, antes que nada, debía dar de comer. De hecho aquellos primeros cuarenta niños provenientes de la más extrema miseria, traían consigo serios problemas de desnutrición. Y era Don Orione en persona quien se ponía a servir las mesas mientras les daba ánimo: “Coman muchachos, que pan y pasta hay toda la que quieran”.

Mayor compasión aun despertarían en él las víctimas de los terremotos producidos a principios de siglo XX en las ciudades italianas de Messina o La Mársica, o las terribles consecuencias de la guerra. Allí, sus oídos, que de por sí ya estaban atentos, duplicarían su capacidad de escucha ante los gemidos de aquellos que –habiendo tenido la suerte de sobrevivir- morirían de hambre o frío.

Ya, cuando vislumbraba el ocaso de su vida, y le aconsejaban fervientemente que fuera a vivir a un lugar mucho más cuidado, decía con absoluta sinceridad: “Soy un pobre hijo de la tierra, mi padre era picapedrero, toda mi familia era pobre; si debo salir de aquí, quiero ir a morir entre los pobres… Quiero morir rodeado de aquellos niños que no tienen a nadie”

Tal vez, no dio soluciones estructurales a los males que sufrían los niños de su tiempo, pero sí supo dar respuesta a esas necesidades y urgencias, y desde lo más concreto: casa, techo, plato de comida, educación… lo que se dice un amor de esos que no se quedan en meras palabras.

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